HERO
CARMINA,
un círculo vital completo.
un círculo vital completo.
Por Marian Raméntol
Tal y como
indica el propio autor en el preliminar de Hero Carmina, nuestra
andadura a través de las 67 páginas que lo componen es un viaje “heroico” a
través de la existencia.
Como siempre
que se afronta una buena lectura, las “maletas a llenar” son varias y con
distintos equipajes. En mi caso, las he preparado para realizar un viaje
heroico, sí, pero a través del consciente y del propio subconsciente del
protagonista. Un viaje que no por enmarcarse en la heroicidad (ya el simple
hecho de vivir lo es) está exento de dudas, miedos y cotidianidades.
El poemario
está dividido en tres bloques o apartados, y mediante esta estructura el lector
conocerá los diferentes estadios del “Héroe” y su desarrollo, desde la niñez
hasta el ocaso, por lo que se cumple un ciclo vital completo.
PARTIDA
Bajo este
apropiado título da comienzo la aventura, en la que nos remontamos a la niñez,
al descubrimiento de todo cuanto acontece, sin reparos ni cortapisas. Es por
tanto el ámbito del “Ello” freudiano, donde las primeras pulsaciones abarcan la
creatividad sin condiciones (Un periplo sin fechas heroicas, pag. 13),
frag.
“Los
primeros intentos despuntan las pasiones,
la
necesidad del aire, la lujuria;
solo
son señuelos, metáforas de salva.
¿Por
qué cargo entonces una lanza
y un escudo sobre estos pies?
¿Un
lápiz de sueño en cada mano?
¿Qué
busco en el calor de un astro en guerra
si lo correcto importa a nadie? ...”
los sueños que
se han de forjar, y las primeras preguntas ante la propia vida. Los lugares son
aun indefinidos, todo sucede como entre bruma, todo está a medio construir,
hasta que aparece la razón, el pensamiento abstracto, y la posibilidad de
nombrar y nombrarse (La posibilidad de un héroe como proyecto, pag 14):
frag.
“El
tiempo traza sueños,
blande
armas, ideales, corrige,
y
retazos de leyenda buscan
un después que la nombre.
Así
llega al destrozo
entre noches y pensamientos de amor,
desde
una tiniebla sin horario,
desde
un sitio indefinido...”
Aquí aparece ya
la auto-consciencia y por lo tanto empieza a formarse, poco a poco, un nuevo
escenario. El niño ha avanzado en su aprendizaje, éste pesa y se entreabre a la
vergüenza, a la carga y a las aflicciones. Nuestro “Héroe” empieza a constatar
que la vida no es tal como la “inventamos” y eso conlleva contradicciones,
dudas y oscuridad (La lucha interior del adalid, pag. 17),
frag.
“Veo
la oscuridad
y no sé si la noche es la de afuera.
Todo
se va cuando la mano injusta
desborda la tarde,
se
ahoga el sentido y se opaca el derredor.
La
mentira es insolencia,
albur
en vísperas de un abismo,
anticipo
de una idea hecha pesadilla.
Estoy
habituado a ese murmullo
y el caos parece sensato,
necesario,
jubiloso...”,
por lo que el
proceso de “formación” del héroe se convierte en menos ideal y más carnal dando
paso a la realidad del ser humano, con sus miedos y frustraciones (Cavilaciones
de peso frente a la naturaleza de las cosas, pag. 22):
frag.
“...Quizá los deseos se cifren en
presente
y adjetiven un futuro con lealtades
o
con un abrazo redentor,
pero
llegan los vacíos y el lamento,
el
sonido de los pasos que no di,
los
corredores insospechados,
la
infamia de la ceniza.
Los
gritos son parte de ese azar,
de
ese temblor indetenible...”
Nace también la
necesidad de auto-afirmación, la búsqueda de certezas, ya sin bruma, con
paisajes internos cada vez más concretos (Alrededor, la oscuridad de la
materia, pag. 30):
frag.
“...No
comprendo la razón del ser
ni el ser de la razón;
sólo
siento la inquietud,
el
altercado entre lo desparejo
y la vacilación del orbe, fingiendo
ingenuidad...”,
y afirmaciones que nos abren la puerta de otra
habitación muy distinta, la puerta de la madurez (Temblores entre la sombra
y la luz, pag. 32):
frag.
“...El sol insiste en conocerme,
en
sembrar sentido
ante el umbral de un estrago.
¿Cuál
es la llave de este abecedario
fundado en el cansancio
donde la reflexión se deshace
y el corazón late a ciegas?...”
GESTA
Llegamos así al
segundo bloque de Hero Carmina, donde el protagonista se ha hecho
ya a sí mismo, abandonamos por tanto el ámbito más pasional y nos adentramos en la madurez del individuo,
en la búsqueda del equilibrio entre la pulsación inconsciente del “Ello” y la
aceptación de la realidad con sus limitaciones, normativa, ética y moral.
Entramos de lleno en el ámbito del “Yo”. Aparecen, por tanto, distintas cadenas
de mando, conceptos como la soberbia o la vanidad (El puro imposible del
honor, pag 36) y el “cansancio” del protagonista ante los avatares de esa
gesta que es la vida.
frag.
“...El
tumulto no es música del viento,
es sangre rota, espuma de triza,
desánimo.
No
quisiera estar aquí
sino regando el verde de la tierra...”
El héroe (que
aquí empieza ya a perder su inicial en mayúsculas) comienza a ser consciente de
su debilidad, de sus tropiezos (Balbuceos de la razón, pag. 38) -por
otra parte necesarios para su avance-:
frag.
“...Sólo
intento superar la asfixia,
la
opresión, el tedio, la acidez,
la
desolada esperanza de equidad.
¿Dónde,
la lógica, el juicio, la razón?...”;
y toma
conciencia de su ser y de sus orígenes (Unguis et rostro supra eorum, pag.
40):
frag.
“Soy
Narmer,
soy
Sargón el tirano,
el
escudero huérfano de Aníbal Barca,
el
primer ballestero de la Torre del Este,
un
escritor manco o el guardián pontonero
de la última fortaleza de Atenas;
soy
el timonel
de Pedro Sarmiento de Gamboa,
un
segador gallego de Forcas, desocupado
y sometido a la injusticia.
Soy
todos en esta cadena seminal,
un
retal de polen,
una
progenie de grises
destinada a cuidar el mundo
y mantener las fechas...”
Nuestro héroe
no solo vive, inventa, camina y crece como lo hacía en “Partida”,
en “Gesta” empieza ya a “recordar”. Las experiencias vividas le
permiten pues la valoración, la confrontación y la toma de conciencia “del
mundo” (Los tiempos de remanso dilatan las horas, pag.42):
frag.
“...Lo
cierto es que el tiempo afloja los postigos,
las cenefas, los ideales;
sacude
los relojes,
los
cansa, los consume,
luego
cruza los cuartos y desaparece
para consentir el sueño...”
(Cicatrices de la ficción, pag. 43):
frag.
“...El estrépito de la
calle impide oír la soledad,
sólo caminar parece
cierto
a pesar de la ceguera.”
A estas alturas
de la evolución del personaje, éste empieza a doblegarse ante ese mundo que
digiere y que, en mayor o menor medida, comprende, y por ello, se somete ante
él (Parpadeos de un derrotero heroico, pag. 44):
frag.
“Los
caminos se obstinan en contar mis pasos,
devotos
de este acero, lo buscan con avidez,
lo
alientan al ensueño,
lo
llevan a crear una utopía,
a traducir la risa al idioma que convenga...”
No se trata
solamente de la asunción del mundo si no que asume plenamente, y a su vez, la
relatividad de su “heroicidad”, otorgándole realismo y contundencia. Ahora ya
no se trata del adalid que se lanza a la batalla para buscar gloria o riqueza,
si no de un asalariado ante la sociedad que lo gobierna (Friegas de escombro
en el abertal de la noche, pag. 46):
frag.
“...Una
paga miserable
me obliga a repetir la bravura.
Me atrevo a respirar todo
el tiempo
y dejo el aliento en lo inútil,
sirvo
a otro, me derrocho.
Es
de cemento la comedia.
Reverberan
las sombras de la ciudad
a lo largo de calles tácitas
por donde vago sin son y sin remedio.
Hay
condenas, iniquidad, desahucios,
y tanto espacio en las praderas...”
Y aparece,
inevitablemente, el desconsuelo: “Ciego, sordo, simiesco/ agitado por la
carga,/ busco coartadas para respirar/ en un abismo de carbón”).
Y con el
desconsuelo abandonamos este periplo para adentrarnos en el último apartado del
poemario.
RETORNO
La comprensión
del pasado lleva a nuestro héroe (aquí, definitivamente, lo escribimos con
minúscula) a la búsqueda de la serenidad. Hemos llegado al “campamento” del
“Superyó” donde las valoraciones punitivas y las reflexiones incriminatorias no
son tratadas simplemente como aceptaciones de las normas sociales y la
entonación de un “mea culpa” al uso, si no más bien, como la asunción del propio ser (“Ahora
soy de nadie/ de todos desaparezco”). Nuestro protagonista regresa a los
lugares apacibles en busca de algo de amabilidad, abandonando contiendas y
refriegas (Redención por el solaz, pag. 54):
frag.
“...Dejo
la armadura en la calle
y a dos pasos la alabarda.
Vuelvo
por el fuego sencillo,
por
el calor de la cena.
No
tardaré en retomar el trabajo,
el
cometido de viento,
la
voluntad de ser al filo de un barranco...”,
consciente del
desaliento y de la soledad, aspecto éste último que cobra, aquí, una dimensión
casi emancipadora.
El regreso, el
recuerdo, el desamparo, el remedio o el cansancio se convierten en este último
capítulo en compañeros de viaje de nuestro héroe, tan protagonistas como él
mismo, con tanto peso, tanta carga, tantas verdades y tantas otras mentiras en
su haber. Y entre todos ellos, nos llevan de la mano hasta al último de todos
los pasajes, de todos los andenes, de todas las estaciones, nos llevan directos
al olvido.
Así acaba el
círculo, el héroe que poco a poco va abandonando la “Idea” en favor de su
propia “Existencia” fundido en los
poemas que lo dibujan y definen a lo largo del ciclo vital, el suyo, el
nuestro, el de la humanidad.
Marian Raméntol
Monistrol de Montserrat, Barcelona
Febrero, 2018
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